Los huehues: los danzantes de Puebla

Fotografias: Daniel Casas

Por Guadalupe Juárez

Puebla, Pue.- Ángel Leonardo lo tenía en la sangre, su abuelo paterno bailaba con un vestuario colorido y plumas en el sombrero en otro estado, era el baile de los negritos –como se le conoce a la danza tradicional en Veracruz, Hidalgo y en la región totonaca de Puebla- y entonces quiso seguir sus pasos.

Pero en la capital poblana, lo más similar a eso eran los huehues, aquellos danzantes que también vuelven las calles en una pista de baile y las colonias por donde pasan las convierten en una gran fiesta.

Así, a los 17 años de edad –aunque a su padre no le gustó al inicio la idea de que lo hiciera-, eligió un vestuario de catrín, pantalón, saco negro y zapatos de charol,  un sombrero con muchas plumas de colores y una máscara tradicional para poder bailar, con un bigote sencillo, de ojos azules y piel blanca.

Ahora, a sus 24 años es parte de la cuadrilla Los Huehues Sabrosos de Álamos, cerca del entronque de Amalucan –una colonia popular de la capital del estado- en donde es común que los danzantes se organicen en grupos para bailar por las calles donde viven, por lo regular se trata de familias cuyos antecesores formaron parte de las cuadrillas tradicionales de la ciudad, como la del barrio de Xonaca.

“La música va muy rápida, con ritmo, muy bailable y es lo que contagia y la mayoría de la cuadrilla le echamos ganas al bailar, vamos cambiando los pasos conforme van las canciones”, relata.

Conforme han pasado los años, Ángel Leonardo decidió modificar su máscara e inspirado por la película de Los Piratas del Caribe, hizo la mitad se viera cadavérica con detalles dorados.

Elsy se convirtió en huehue a los 15 años de edad. A ella la sedujeron los bailes, la vestimenta, las caretas y los bailables, aunque le costó al inicio aprenderse todos los pasos. Ella sale a bailar enfundada en un vestido azul, un sombrero con plumas azules, rojas y una que otra rosa y su cabeza cubierta con una pañoleta azul.

Su careta –como se le conoce a la máscara de huehue que cubre su rostro- la mitad asemeja una catrina con detalles de flores y líneas de colores. La otra es la parte humana con pestañas largas y labios carnosos rojos.

A Elsy, con 21 años de edad,  le gusta que cuando montan coreografías que la gente que los observa desde sus balcones, o en las entradas de sus casas, les aplauden, se emocionen y se diviertan.

Jordán comenzó a los 14 años de edad a bailar como huehue. Continuó la tradición familiar, como su papá, por lo que aprenderse los bailables es lo menos complicado.

A él, lo que más le gusta de ser un huehue son los comentarios de los espectadores, cuando reconocen lo bien que bailan y le piden fotos al final de cada danza.

El festival en la calle

Por lo regular, a finales de marzo, antes de la Cuaresma —una parte del calendario litúrgico de la Iglesia Católica— las calles de la ciudad de Puebla se convierten en pistas de baile, las banquetas en gradas y asientos de primera fila.

Durante el día y en ocasiones por la noche, es común escuchar la música tradicional que indica que los danzantes se encuentran en la calle, ya sea vestidos de catrines, o de diablos –que azotan sus látigos en el suelo- y se acercan al público para obligarlos a unirse en la coreografía de saltos y entrelazados de los brazos.

En las cuadrillas también hay una maringuilla,  un hombre vestido de mujer que acompaña a los diablos y los danzantes con los corsés ceñidos al cuerpo, aretes largos que cuelgan de sus máscaras, guantes blancos y pulseras brillantes.

Los espectadores son familias completas que en ocasiones rentan sillas instaladas sobre las banquetas cerca de sus casas o llevan sus propios banquitos o los niños quienes observan atentos los bailables o los fuegos artificiales o cohetones que lleva cada grupo.

Así, es un carnaval en Puebla.

 

 

Compartir: